Y tres besos después
me convenció…
Etiqueta: ¡Feliz semana!
La pareja perfecta
He descubierto nuestro parecido en un acontecimiento de la naturaleza, un acontecimiento que tuvo lugar repetidas veces cerca de nosotros la primera vez que nos vimos.
Me refiero al romper de las olas en la arena.
Es momento de vivir
Ruido de coches, bullicio de gente hablando a lo lejos, ladridos de perros… y, mientras tanto, vistas al paisaje más desolador.
¿Lo sientes?
Este es un post para leer, escuchar y sentir. Observa la foto, lee y escucha aquí.
Cuando llega la hora y no sabes qué hacer
cuando tus talones están hastiados de tanto batallar
Así como amé
Así como amé… (canción).
Así como amé de ti cosas que no tenía porqué amar: tu desesperación por hacerme tuya, la posición de tus manos sobre mis muslos, tu impaciencia para que me apartara de tu lado y tu cara de póker cuando me ponía cariñosa, seguido de un largo etcétera.
Así como lloré por todos y cada uno de tus desplantes.
Así como acaricié mi piel después de que me utilizaras y no me hubiera dado ni cuenta.
Ciento ochenta grados – Parte X
– ¿Y así es como me lo pagas, durmiendo con este tío que no me llega ni a la suela del zapato? Lucía, por favor… no seas ilusa. Solo te quiere para follarte. Pero yo no, yo te quería – le dijo sosteniéndole su cara con la palma de las manos.
– Pero… – titubeó ella.
– No, Lucía. Yo te quería y te quiero. Vuelve conmigo – la interrumpió Leo.
Ciento ochenta grados – Parte VIII
La habitación del hotel rural más cercano era acogedora y bonita. Tanto la cama como el ropero y las mesillas de noche eran de una madera casi centenaria, aunque aparentaban estar en buen estado (dentro de lo que cabía). El baño era lo más básico: inodoro, lavamanos, espejo del tamaño de un reloj de muñeca y bañera estilo ochentero. La lámpara de pie que se encontraba al lado de la puerta daba una luz amarilla a la habitación de lo más… (¿cómo decirlo?… ¿antiromántico ?).
Ciento ochenta grados – Parte VI
Lucía se había quedado con los pies clavados en el suelo, rodeada de árboles y niños correteando por los alrededores del parque. Tanto el bullicio como la situación la habían superado. Se quitó los auriculares casi movida por la lógica, sin ser dueña de sus movimientos.
– Lucía, pensé que no te encontraría jamás – mencionó con la voz agitada de tanto apresurarse para atraparla.
Ciento ochenta grados – Parte V
A la mañana siguiente…
– ¿Y quién es ese chico, Lucía? – le preguntó a su cliente mientras se encontraba sentado en su silla negra con el respaldo alto, su pierna derecha sobre la izquierda y su bloc de notas apoyado para tomar nota. No obstante, no descuidaba a Lucía, que era observada por encima de sus gafas de pasta negras.
Ciento ochenta grados – Parte IV
– Lu, sabes que serías incapaz de hacerle daño a una mosca… – justo en ese momento un hombre entró en el cuarto de baño. Parecía ser mayor, quizá de unos treinta, aunque muy bien llevados.
Le acarició la cara y sus penetrantes ojos le desnudaron el alma. Vestía un chandal de lo más elegante (no precisamente de decathlon) y sus zapatillas de deporte eran de una marca muy conocida. Toda su vestimenta combinaba el gris junto al negro casi a la perfección.