
Llegará el día en el que ya no tengas más intimidad
con la persona que más quieres,
que la rutina se haya apoderado
de todo lo que ha encontrado a su paso
y que el futuro sea más incierto
de lo que te esperabas.
Llegará el día en el que le mires a los ojos
y ya solo sean dos extraños
que algún día se quisieron.
Le verás con arrugas,
pelo más blanco
y los ojos desdibujados,
o quizá solo sea el reflejo de tu propio ser.
Te ensordecerá el recuerdo de las risas
que compartían juntos
y te llenará los ojos del lágrimas
el que ya no sea así.
A pesar de haberte imaginado toda la vida a su lado,
cada día se hará un poco más insufrible
estar en esa situación
y por el único motivo por el que te quedarás
será por el cariño que aún le tienes,
nada comparado al amor que sentiste años atrás.
Ya no tendrán prácticamente ningún tema de conversación
que satisfaga las horas eternas
y esa soledad inerte y perenne que ameniza los días,
porque seguramente ya ni siquiera se mirarán.
Ya no se rozarán por la noche en la cama,
la ilusión habrá muerto
y el amor le hará compañía
en ese lecho.
Los besos que hoy por hoy son una constante,
pasarán a ser de bienvenida y de despedida
(aunque a veces ni eso),
las caricias que hoy miman
y los abrazos que hoy te consuelan
ya no volverán.
Y muy probablemente
ese día llegará
antes de lo que esperas.
El futuro se acerca,
pero tú…
¿qué estás dispuesto a hacer para cambiarlo?