
«Lo único que se le puede pedir a una mentira es que sea de verdad.»
He tenido todo el tiempo
en la palma de mi mano
la elección de dejarte ir,
pero reconozco
que no he sido capaz.
Cuando un nuevo camino intransitado
se abre paso ante tus ojos,
desnudos de prejuicios y maldad per se,
solo es más valiente
miraría para otro lado.
La valentía nunca ha sido mi fuerte.
He de reconocer
que la idea de apartarte el pelo de los ojos
aún no ha dejado de rondar por mi cabeza,
a pesar de haberme dado cuenta
de lo estúpida que soy
por estar loca por alguien
que no se atreve a ser honesto conmigo,
pero que tampoco lo es consigo mismo.
Ahí radica el error.
Seguramente ni siquiera comprendas
el motivo por el que estoy enfadada contigo,
porque evidentemente es un enfado
tan cargado de matices,
que hasta a mi me resulta complicado resumir.
Y también seguramente
para ti solo seré la loca alterada
que no ha controlado su furia
cuando la has dejado plantada por tercera vez,
y qué desconsiderada es la visión subjetiva
de quien no se pone en tu lugar.
Fruto de la interacción evitativa,
he terminado idealizando una realidad
que no se corresponde.
Reconozcamos el miedo atroz
que tienes a que lleguen hasta ti,
sea de la manera que sea.
Quizá producto de esa fachada de perfección
que no es más que una pose,
quizá por una evasión de tu mundo real
que nunca llega.
Algo que, por otro lado,
ni me incumbe
ni quieres que sea mi problema,
pero que tampoco quieres
que yo pueda ser parte de la solución.
Definitivamente no hay nada que hacer,
ni contigo,
ni conmigo,
ni con los dos.
Por eso he empezado con mi duelo,
ese que dicen los expertos
que las mujeres comenzamos
mucho antes que los hombres
y que somos capaces de superar
una ruptura antes,
porque éste se ha iniciado
mucho antes de lo que parece.
Cuánta razón.
Seguramente cuando nos veamos
en un par de semanas,
para ti seguiré siendo
de la misma manera,
mi sonrisa seguirá intacta
y hasta mis palabras
pueden ser las mismas
estando delante de los demás,
pero no te equivoques, amigo…
porque ya no seré la misma
ni pretenderé serlo.
Porque para sonreírte de nuevo,
primero he tenido que llorar lo que no ha podido ser,
porque para que mis palabras sean las mismas,
he tenido que negarme antes a mi
la posibilidad de un «quizá»
que jamás llegó,
y hacerme un «amiga, date cuenta»
a mi misma,
que quizá es uno de los que más duele,
porque una parte de ti sabe que es así
pero se sigue autoengañando
mientras la otra parte está cansada de sufrir
por otro estúpido que no te valora.
Y así es cómo la vida,
que es tan sabia,
te repite la misma historia
hasta que seas capaz de aprender la lección.
La historia volverá una y otra vez, pero los perseverantes, nunca aprenderemos.
Me gustaMe gusta
Pues hay que aprender, amigo, porque si no la vida lo va a seguir perpetuando en el tiempo y el paso de los años solo demostrará que aprender a la primera es mejor que aprender a la quinta.
Me gustaMe gusta
Razonable, acepto su gentil sugerencia, gracias
Me gustaMe gusta