
y el amor es más que dar, hay que quedarse,
aunque las primeras veces se nos va.
Me gusta pensar que hemos tenido un accidente
y que ahora mismo nuestro amor está en coma,
que no muerto.
Ojalá nunca hablemos de las cosas que se nos quedaron por hacer,
de los recuerdos que hoy tendríamos juntos,
los paseos de besos que recorreríamos
pero que jamás han llegado a salirnos de la boca,
de la cantidad de canciones que te dedicaría
y que hoy hago pero en silencio,
de las fotos que te sacaría para recordar tus muecas
en el segundo exacto
y que sacaría en unos años para reírnos juntos
y poder recordarlo cuando ya no podamos ser los mismos,
pero sigamos juntos a pesar de ello.
Ojalá nunca hablemos de la cobardía que nos impide
salir a buscarnos el uno al otro,
porque no hay un camino más largo
que el que no se recorre
y nosotros ni siquiera hemos sido capaces
de dar el primer paso.
Y a pesar de todo ello,
hay una parte de mi que está segura que si,
en algún momento lo llegáramos a intentar,
funcionaría como los engranajes de un reloj
porque no se trata de algo que esté roto,
si no algo a lo que no se le ha prestado el suficiente tiempo
para dejarlo crecer como debería.
Aunque tengas un cromosoma al revés
y pueda ser algo genético, hereditario
y hasta contraproducente para la vida,
no imagino un mundo sin un «tú» en pequeño
y es algo que me persigue cada día,
aunque puedas no creerlo.
Con motor o sin él,
con descendencia o sin ella,
quiero un mundo a tu lado.