
Prometo esperarte en tu portal
hasta que salgas mirándome de reojo
por haber aparecido sin previo aviso,
que me digas que me tienes miedo
y que la gente se nos quede mirando al pasar
por abrazarnos de esa manera tan larga
e inusual.
Prometo seguir visitándote
para regalarte momentos de desconexión
y cachitos de emociones encadenadas.
Y aunque no me atreva a hacerlo cada vez que te veo,
me encantaría explicarte
lo que siento cuando sales por fin por esa puerta
y me atrapas en tu pecho
y entre tus brazos.
Esa sonrisa de medio lado,
la mirada que se torna suave,
el calor de tu piel,
tu pelo loco peleado con el aire
(sea mucho o poco),
y ese olor a llevar demasiadas horas estudiando,
entre cerebro frito
y libro muy hecho.
Quisiera saber porqué motivo
te extraño desde que me giro tras despedirnos,
porque desde ese instante
empiezo a echarte tanto de menos
que me giraría y correría hasta ti
para quedarme a vivir en tu mirada,
soltándote a bocajarro
lo mucho que te quiero,
dejando que el silencio calle un momento
y me escuche decírtelo todo,
que el ruido continúe mientras la vida también
y que a mi ya nada me importe,
pero que salga siempre así:
como debe ser.
Porque pintas las esquinas grises
de un azul cálido
que puede convertirse en cientos de colores
en un solo parpadeo.
Al derecho o al revés,
sin esperarlo o planeándolo,
pero que la adrenalina por rozar tu mano al caminar,
se vea contenida.
Aún.
Todavía.
Aunque no me considere valiente por aguantar.
Tengo la sensación que no es el momento,
no todavía,
pero no me preguntes el motivo
porque ni siquiera yo lo encuentro.
Solo sé que no dejo de pensarte
y que me da rabia cuando no me escribes,
porque si fuera por mi te mandaría
cinco veces los mensajes que te mando,
pero debo dejarte el espacio para que tú también
madures lo mismo que yo necesito
y puedas tener el tiempo suficiente
para saborear todo esto que en momentos
nos invade a partes iguales,
sin inventar emociones,
pero esperándonos al otro lado.
Siento que te conozco desde hace mucho
como nos conocemos ahora,
como si existiera una delgada línea
entre querer hacer mío tu cuerpo entero
y querer hacer mía tu sonrisa eterna,
entre desearte y compartirlo todo contigo,
entre sostener tu mano y sostenerte la mirada,
entre limpiar tu sudor y provocártelo,
entre querer consolarte en mi hombro y darte mi pecho para calmarte.
Sensaciones que me provocas.
Anhelo que nada salga mal.
Tu manera de ser.