A veces pienso
que volvería a vivir de nuevo nuestra historia.
Toda ella, con sus altibajos, con nuestras idas y venidas,
con nuestros parones en el tiempo,
pero sabiendo todo lo que sé ahora.
Y quizá no volvería a cometer los mismos errores…
y quizá sí.

Volvería a escaparme en mitad de la noche para verte,
volvería a embriagarme de todo tu ser,
a rodearme de tus manos
y a sentir todos los sentimientos
que hemos sentido a lo largo de los años
resumidos en un abrazo.

Esto no lo sabes,
pero aún hoy me pongo pendientes largos
que acaricien sutilmente mi cuello con su vaivén,
para notar algo parecido a lo que sentía
cuando te daba por acariciar mi cuello.

Extraño cada minuto que pasé a tu lado,
incluso en los que no nos decíamos nada,
porque sobre todo al principio,
nos limitábamos a compartir el silencio
y yo, por miedo a estropear la belleza de esos momentos,
no los rompía para decirte con palabras
lo que ya mis labios te dibujaban sobre la piel.

Lo curioso de toda esta historia
es que no sé si querría seguir escribiéndola,
porque ya ha tenido un final y dos secuelas,
las que han terminado acabando
como acaban todas las películas de una tarde de sábado.
Solo quizá por eso
lo único que quiero
es volver a vivir
todo lo que vivimos.

Si tuviera la certeza
que volverías a mi,
nos abriéramos los dos en canal
y te quedases a dormir más de una noche,
quizá caería rendida en tus brazos de nuevo.

Dicen que en la vida hay tres grandes amores,
pero el que más marca
es solo uno de ellos.
He aquí la prueba.

Continuar construyendo nuestra historia
no será por falta de ganas,
pero me da miedo estropearlo tanto
que ya no quieras volver a verme.
Aunque quizá sería una buena manera
de cerrar este capítulo
que ya jamás se reabrirá
y poder hacer el duelo sin interrupciones.

Solo sé que jamás nadie, ni siquiera tú,
comprenderá el alcance
de todo lo que siento por ti.