Hoy me gustaría contarle a todos cómo es mi persona preferida en el mundo, aunque después de leer esto, muchos quisieran terminar de pasar los días a su lado. Creo que asumiré el riesgo.
Creo que no podría haber elegido a una persona mejor.
Me hace sentir que muchas veces no es el suelo sobre el que camino,
que no me sostiene ninguna fuerza de la gravedad
y la felicidad puede encontrarse hasta en los rincones más insospechados.
Redescubre partes de mi que tenía dormidas,
las mima y las acepta sin más pretensiones.
Está a mi lado como si realmente no quisiera estar en otro lugar en ese momento,
aunque a veces desearía estar en cualquier otro sitio menos conmigo.
Lucha conmigo día a día por verme conseguir mis sueños,
por muy complicados que sean o lejos que se encuentren.
No ama cada parte de mi, eso sería faltar a la verdad,
pero sí que ve mas allá de mis defectos
y, cuando fallo, se centra en lo que muchos no reparan: cómo me siento.
Me hace sonreír,
cuida, protege y ampara.
Haga frío o calor, siempre está,
respetando cada pensamiento y cada acción que realizo,
porque sabe que cada uno es dueño de sus actos
y en ese momento yo debo aprender las consecuencias de los míos.
Ríe cuando estoy feliz
y llora conmigo cuando los tiempos se tornan oscuros,
pero cuando siento su mano en mi espalda,
sé que nada puede ir mal.
Me quiere sin piedad,
con el corazón abierto y la piel desnuda,
como deberían ser todos los amores.
Siempre sabe qué decir en cada momento
para que sepa que paso es el que debería dar después,
ya sea para palmear mi espalda en señal de aprobación
o hacerme ver la realidad de la situación.
Es quién mejor me conoce en el mundo,
de eso no me cabe duda.
Puedo ser completamente transparente y, aún así, no se va.
Soy afortunada de estar a su lado día tras día,
aunque nos digamos poco lo que sentimos,
nadie es más afortunado que cómo yo me siento estando a su lado.
Gracias por tanto.
Te quiero.