«No hay palabras inventadas ni cuentos de hadas que puedan decir lo que siento por ti.
No hay poetas ni pintores, no existen colores que puedan decir lo que siento por ti.»

Y llegó el día en el que tuve que jurarme que me haría parar los pies si algo iba mal entre los dos y no pude mentirme, aunque el queroseno estuviera quemando mi fuselaje, aunque en los ojos se viesen las llamas que iban por dentro. Todo eso por querer mudarme lejos, cerca de tu piel y dentro de tus ganas de amarme por el resto de los tiempos. Ojalá algún día experimentes lo que siento al decirte que te quiero, al rozar tus labios y vivir a tu lado un día cualquiera. Para mi es el último te quiero, el primer beso y un día especial. Siempre. Ese es el secreto de este amor. Porque, cuando voy a verte, no solo está despegando un avión en el cielo, está despegando el avión que me llevará hasta ti. Quizá sea el último avión que despegue hasta tu piel y quizá el último que lo haga conmigo abordo, porque jamás se sabe. Por eso saboreo al máximo el aluvión de sensaciones que me provoca, lo paladeo como si fuera a durar lo mismo que algo efímero, como un beso tuyo.

Si quisieras vivir conmigo para siempre sería la primera vez que me sentiría más fuerte que el resto de la gente, porque te aseguro que no encuentro la manera de estar sin ti desde el día en el que te conocí por ese bañador tan absurdamente azul que parece creado para habernos encontrado y unido. Porque el mundo viene y va, el sol sale y se pone, las estrellas a veces brillan más y otras la contaminación las cubre, pero tú siempre has estado ahí haciendo tiempo para conocerme en el momento indicado y yo… yo a ti también, todo, siempre.

Invencible, inmortal, el mejor amor del mundo: el tuyo.

Ríe, por favor, ríe siempre y ríeme encima, ríeme dentro, ríeme hasta embarazarme de felicidad y, que cuando de a luz, seamos más felices de lo que pensamos que podemos llegar a ser.