
Ardo en deseos de volver a verte ,
como si me hubiera dado cuenta que la vida solo se vive una vez
y que no me apetece vivirla sin ti,
porque quizá pasar ya no vuelvas a pasar por la mía si te marchas.
Tal vez hayas rehusado por sentirte uno más,
por sentir que no te di el valor que te correspondía
y por eso solo puedo culparme a mi,
porque es cierto que jamás debí dejar que te acercaras a mi
por el mero hecho de saber que llegaría un punto
en el que no podría darte más de mi,
incluso algo que seguramente acabarías demandando.
Siento haberme dejado llevar,
pero te aseguro que me ha sido francamente complicado
negarme a tu personalidad tan arrolladoramente vital
y entusiasta,
tan vibrante y cargada de matices enormemente gratos para mi.
Está siendo difícil negarse a ti,
porque es más que evidente la atracción existente entre ambos
y quizá es por ello por lo que escribo estar líneas
sin ni siquiera haber rozado una porción de tu piel,
pero se me hace tan extremadamente complicado desconectarme
de lo poco que nos une,
que me da miedo seguir enganchada
y que ya después no pueda salir aunque quiera.
Aunque bueno, como para querer, también tendría que poner de mi parte.
Lo que sí es cierto es que detesto la confrontación e imaginarme
que en esa cara se pueda reflejar otra cosa que no sea una sonrisa,
porque ni yo ni nadie debería tener el poder
de cambiarla por nada.
Desconozco si esto es una lección de vida
o una cachetada del destino,
desconozco también qué represento para ti
o qué pudiera llegar a ser,
si es que en algún caso pudiera ser algo,
pero al menos en lo que a mi respecta
tengo claro que has llegado en el momento en el que
más difícil me ha costado poner límites
y que has echado abajo unas cuantas líneas rojas
que me juré tener para siempre.
Quizá esto solo exista en mi cabeza
y para ti sea el típico rompecabezas que ves en una tienda infantil,
con el que juegas por la diversión del momento y cuando pasas al siguiente
ni siquiera recuerdas los colores del anterior,
pero te aseguro que para mi
es la primera vez en muchos aspectos
que jamás me hubiera atrevido
ni siquiera a imaginar,
porque los límites que me he impuesto hasta ahora
los he cumplido,
pero tuviste que aparecer para demostrarme que
seguirían siendo límites
hasta que tú quisieras que lo fueran
y que estarían para saltarse
cuando ya no pudiera remediar más
que me sonrieras y me mirases con el brillo de esos ojos café,
esos que mantienen despierto hasta al más somnoliento.
Los muros, barreras o diques que pudiera poner entre los dos,
no sé si van a soportar que sigas sonriendo cerca de mi,
que sigas riéndote a carcajadas con esa voz tan varonil y característica
que sería incapaz de imitar,
y no sé si podría dejar de contemplar tus fotos todos los días que no te pueda ver.
Era mejor caer en la tentación que quedarse con las ganas,
pero aún no habiendo caído en ella,
creo que esta obsesión es incluso peor.
Ojalá jamás me hubieras visto con los ojos con los que yo te veo
desde que te conocí,
porque solo así podría haber un motivo
lo suficientemente fuerte y valiente
para no querer estar contigo a cada parpadeo.
Me arde el interior
de la manera más amarga que conozco,
y es entonces cuando me pregunto:
¿hasta cuándo?