Contigo a mi lado
no hay obstáculos que valgan.
Que siempre gastes tu batería del móvil hablando conmigo,
que te quedes con la palabra en la boca
y mis oídos con el dulce sabor de tu última palabra
resonando en mi cabeza.
Que me gustes tanto que dude cuando estás lejos,
pero no pueda dejar de devorarte con la mirada
cuando te tengo en frente.
Que te quiera por encima de mis posibilidades
y se me haga imposible no decirte lo que siento.
Que nos despidamos al teléfono
por la noche antes de dormir
y sea incapaz de esconder un «te quiero».
El primero.
Que cuente los días que quedan para volver a verte
mientras tu cuentas las horas para volver a abrazarme.
Para que salte a tus brazos,
literalmente.
Que me digas lo que te apetece de mi,
porque te exiges ser lo mejor para mi
y quieres que seamos perfectos el uno al lado del otro.
Que sueñes con hacerme tuya
una y otra vez,
para acabar tirando de mi mano
y colocarme sobre tu pecho,
oliendo mi pelo
mientras yo acaricio el camino
que se dibuja hasta tu ombligo.
Que quieras verme,
observarme,
contemplarme
y admirarme
siempre con una sonrisa en los labios.
Probablemente me esté enamorando de ti
desde dentro hacia fuera,
porque todo lo realmente bonito que te caracteriza
está tan dentro que nadie puede verlo.
Sí, tienes unos ojos muy expresivos,
una sonrisa que es luz incluso de día,
pero joder… cómo te queda ese corazón.
Eres tenaz, luchador, inteligente…
Eres divertido, cariñoso, vivaz…
Eres tantas cosas que buscaba
y me negaba a creer que existían
que por eso dudo,
porque eres todo eso
y probablemente en un tiempo seas mucho más.
Que solo el tiempo hable.