Por menos corazones rotos

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Cuando estoy triste
y me enfado con alguien a quien quiero
le recuerdo a él.

Superarle han supuesto
pesadillas recurrentes durante meses,
no pisar por dónde él pisa ahora,
no buscarle con la mirada
a pesar de saber que puedo encontrarle,
no echarle de menos ni lo más mínimo.

A veces me pregunto
cómo pueden caber tantas heridas
en un solo corazón
y ser producto de una sola relación.

No lo categorizaría como un error,
pero no volvería a pasar por ahí
ni teniendo diez vidas para equivocarme.

Decirle adiós fue
no volver a mirar jamás hacia atrás,
obligarme a construir mis propios muros,
empezar a quererme como merecía,
negarme a desandar pasos
y vivir pasados ya superados.

Hoy me ha vuelto a la cabeza de una manera amarga,
como si se me hubiese roto algo por dentro
y ese dolor llevase su nombre…
lo cierto es que no quiero tener que recordarle nunca más.

Es dolor.

Es puro dolor.

Ojalá la vida
pueda regalarme el placer
de no cruzarme nunca con nuestros recuerdos,
porque lo único que me apetece
es borrar de mi memoria su nombre,
su dirección
y todo lo que viví a su lado.

Incluso llega a parecer
que forma parte de otra vida ajena a esta y,
por mucho que pueda doler,
de ese pasado si que reniego cada día.

Ahora mismo soy tantas versiones de mi misma
que no me reconozco en esos recuerdos,
he crecido y mejorado tanto en estos meses
que ojalá nunca tenga que volver a cruzarme
con mi pasado en sus ojos.

Quizá le duela si algún día llega a saberlo,
pero jamás será suficiente
comparado con lo que me hace sentir
el recordarle cerca de mi.

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