La suerte de quererte

Hoy tengo 365 motivos, 365 lágrimas, 365 recuerdos, 365 sonrisas, 365 ‘te quieros’ y, en definitiva, hoy tengo 365 y me falta solo 1.

365

 

Te quiero hoy y estarás a mi lado en los días más importantes del resto de mi vida.


Por todos y cada uno de esos días que he pasado sin ti, me ha pasado todo eso que pensé que no me fuese a pasar, me refiero a eso de acostumbrarme a no saludarte al llegar, a besarte, verte sonreír y hacer chistes, a burlarte de los demás haciéndome cómplice de ello guiñándome un ojo, a acariciarte esa mano ruda y cálida a pesar del frío y a otras muchísimas experiencias y vivencias que sin ti ya no existen.

De algo de lo que no me arrepiento es de haber dicho ‘te quiero’ en el momento que tenía que hacerlo y de la manera que tenía que soltarlo, a bocajarro y a la cara, con los ojos encendidos por saber que ya jamás podría volver a decirlo, al menos no de la misma manera y con la misma intensidad. También me alegra no haberme tenido que despedir porque, si hay algo que odio decir es ‘adiós’ y hay personas que no lo merecen.

Me he dado cuenta que las pérdidas no se superan sino que, simplemente, hemos de aprender a vivir con ello, digamos que ‘te adaptas a los cambios’.

Llevo 365 lágrimas escondidas en este cajón y hoy ya no puedo soportarlas más… es por eso que quiero dejarlas salir, caer al vacío y, de esta manera, tú puedas al fin saber que no hay peor manera de vivir que sin ti.

Esta noche quiero olvidar lo que sentí hace 365 noches al enterarme que tu cuerpo ya jamás volvería a pertenecer a la misma dimensión que el mío, lo que no quiero olvidar es el alivio que sentí al despertar de mi egoísmo y darme cuenta que ya jamás volverías a sufrir y que mi amor por ti se había multiplicado como por arte de magia. Es un hecho que me costaba dejarte marchar porque te quería pero hoy agradezco ese día, agradezco que dejases de sufrir, que dejase de arderte la piel y de poder estar a tu lado porque, ni siquiera todo eso, ha podido separarnos.

Te quiero aunque aparentemente te hayas ido y no quiero que nadie comparta mi dolor, que nadie haga suya una pérdida que no le pertenece y que, los que no saben de lo que hablo, que sigan de largo y no se paren a mirar porque no me gusta que nadie opine sobre lo que no siente. 

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La enfermera trae una manzanilla y una de sus nietas se dispone a dársela tras haberla pasado de taza en taza para mitigar el ardor de la misma.

– ¿Está bien para tomar? – le pregunta. 
– ¿Y el azúcar? – responde él con cara de amargor. 
– Ah pero, ¿querías azúcar? – pregunta la muchacha sorprendida. 
– ¡¡Aaaaaah!! – resongó él – tantas mujeres y ninguna sabe. 

Una vez la joven se dispuso a ponerle el azúcar a la dichosa manzanilla, su esposa se acercó al borde de la cama y le interrogó: 

– ¿Quieres una enfermera y nos vamos nosotras? 
– No, no quiero ninguna enfermera – respondió a trompicones – lo que quiero es que se me quite todo esto ya y salir de aquí para estar como siempre. 

8 de junio de 2014, 17:37 h. 

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