Llegó ese día, después de habérmelo negado mucho, en el que me di cuenta que no eras para mi, que lo que había intentado construir entre nosotros, tan solo era un puente que tú destruías a cada paso que yo creaba.
Foto de Stefi Martín.
(Stefiblue84)
Para que nos entendamos, era como si tú simulases estar creando la misma obra que la mía, aunque fuese con palabras y algún que otro encuentro fortuito para incrementar mi incredulidad, pero se te veía el rejo cada vez más. Mientras yo estaba llena de cemento de arriba a abajo, tú permanecías con tu ropa intacta y sin ninguna arruga.
Aún así pasaba el tiempo y no me percataba de la realidad, pues pensaba que era porque los cimientos no estaban bien construidos, así que ponía aún más de mi parte, pasé de dar el 100% de mi para dar el 120%. Aún así seguía con la misma sonrisa, la misma alegría y el mismo entusiasmo por volverte a ver, por volver a sentir cómo una sonrisa brotaba de mis labios gracias a cualquier palabra que saliese de tu boca y fue ahí cuando me di cuenta que no… Ya no existían esas palabras, que esa persona que había conocido ya había desaparecido y, en resumen, que tú ya no eras tú. Aunque quizá, lo más triste de todo llegó cuando pensé en la posibilidad de que jamás hubieses sido realmente tú estando a mi lado. Eso me mataba aún más.
Fue entonces cuando tuve que generar algo que debía suceder en mi vida desde hacía bastante tiempo, algo que me merecía y algo a lo que llamé: mi punto de inflexión.
Desde ese momento reuní todos mis ladrillos y mi cemento junto a mi valor y di el paso, el primer paso en la dirección contraria a ti y, desde ese día, me quiero. A cada paso que doy alejándome más y más de ti, me acerco más a mí y me quiero más, me respeto, acepto y valoro. Es cierto que he ido soltando ladrillos y cemento por el camino, ya que no me hacen falta porque esos iban destinados a un puente contigo y solo me pesaban, eran una carga, así que ahora incluso puedo respirar más tranquila, calmada y puedo recuperar energía, la energía que esa carga me consumía metro a metro.
Hoy ya llevo cerca de un año de pasos, de autoestima y autovaloración y, sinceramente, tengo que darte las gracias por haberme dado la oportunidad de soltarte, por haber sido tan cobarde de no quererme lo suficiente (o al menos cómo yo me merecía), por no haber sabido aprovechar todo lo que yo te daba, mi 120%, porque ahora todas esas energías las empleo en alguien mejor y en alguien que verdaderamente las merece: yo. Con esto no quiero decir que se me haya olvidado la posibilidad de volvernos a encontrar (porque la Tierra es redonda y esas cosas de la vida) pero también sé que tu camino se desvió del mío desde hace mucho tiempo, que ya pertenecemos a realidades diferentes y que, como habrás comprobado, no me quedan ladrillos con los que construir un puente hacia ti.
Aunque hace mucho tiempo te dije adiós, hoy te digo menudo favor me hiciste.