– ¿Si? ¿quién es?… – dice Lucía al descolgar el teléfono.
– ¡Mi amor! ¿Eres tú? Lucía, mi amor, ¿eres tú? ¿eres tú? – brama una voz de hombre completamente desesperada – no me lo puedo creer, no cuelgues por favor… – suplica en apenas un segundo de reloj, con el alma en la boca y la voz repleta de ansiedad.
