
Después de muchos años,
volví a sentarme frente a ti
sin otro cometido que hablar contigo.
Qué curiosa es la vida
y cuántas lecciones por segundo puede darte,
aunque ni siquiera las esperes.
Me interesé por ti
de manera asombrosamente inesperada incluso para mi,
te pregunté porqué te tomabas esas pastillas,
ya que nunca había visto que lo hicieras,
te pregunté por el sentido de tu vida
y tu propósito en este mundo,
por lo que pude descubrir
que no soy la única perdida
y que incluso se puede vivir toda una vida
sin saber el porqué de tu existencia.
Por un momento reconozco
que me puse en tu piel
y te escuchaba como si fuera cierta
esa faceta que mostrabas ante mi,
hasta que me di cuenta
de quién tenía delante
y de lo muchísimo que he sufrido en la vida
gracias a cosas hechas de tu puño y letra.
Entonces me recosté sobre el asiento
y te miré con los ojos ardiendo en venganza y dolor,
algo que no puedo ocultar durante mucho tiempo,
a pesar de intentarlo día tras día
durante el paso de los años.
Siento un profundo rechazo hacia ti
y todo lo que te rodea,
tanto que llego a preguntarme cómo ha sido posible
que de una persona como tu,
pudiera salir alguien como yo.
Es curioso que no pueda
desvincularme por completo
de personas que no me hacen ningún bien
y todo lo que nos acerca
se vea relacionado con el dolor
más profundo que jamás haya sentido,
de ese perenne que no se va ni con el paso del tiempo,
ni con tomarlo como un aprendizaje vital.
Aún hoy lucho cada día por superarme a mi misma
y superar situaciones
en las que no quisiera haber estado nunca
ni formar parte de ellas,
y bien es cierto que cuándo me di cuenta
que íbamos a estar los dos solos
rodeados de un montón de desconocidos
pero solos el uno para el otro,
sentí lo mismo que debe sentir
un suicida cuando se enfrenta por primera vez
al precipicio y se da cuenta
de lo que va a hacer.
Vértigo.
Miedo.
Terror.
Pánico.
Deseo por hacerlo.
Intriga.
Incertidumbre.
Esta vez me lancé al vacío
y me sorprendí porque aún puedo
sorprenderme a mí misma,
pero también por conseguir
tener una conversación
adulta y evasiva contigo,
sin expresarte en cada momento
que detesto cada día de mi vida
el ser parte de ti
y que tú seas parte de mi,
me contuve para no contarte
que llevo años odiándote con cada poro de mi cuerpo
y que no te mereces ni el aire que respiras,
porque durante mucho tiempo
desempeñé un rol que no me correspondía
porque eres tal mierda
que temí por mi vida
y, lo que es peor,
por la de las personas que más he querido en la vida.
Pero no,
no tuve la satisfacción personal
de ponerte en el sitio que te corresponde,
por eso me siento profundamente orgullosa por mi,
porque dejaré que la vida lo haga por mi
y por todas las personas a las que le has jodido la vida,
la existencia
y las ganas de levantarse cada día.
Permíteme que todavía te odie,
permíteme que ese odio fluctúe dependiendo del día
y permíteme que yo decida cuándo dejar de hacerlo,
porque yo sí que me lo estoy permitiendo…
de hecho, no puedo hacerlo de otra manera.
Eres la viva imagen del despropósito,
del fracaso
y de la miseria más absoluta.
Cada día le pido a la vida
que me haga poder aprender a vivir
sabiendo todo lo que has hecho
pero poder mirarte y no querer atravesarte.
Eso aún me cuesta.
Siento que quizá esté un poco más cerca
y que quizá pueda conseguirlo algún día no muy lejano.
Cada día le pido a la vida
no comportarme de la misma manera que tú conmigo
con las personas a las que más quiero,
(porque yo, a diferencia de ti, sí quiero)
o que más me quieren.
Cada día le pido a la vida
ser una buena madre,
un buen ejemplo para mis hijos y mis seres queridos,
ser una buena mujer, hermana, madre, amiga…
y no solo de cara a la galería.
Ojalá lo consiga, porque es lo que más deseo,
dando por hecho que nuestra relación está perdida.
Qué puñetera es la vida en según qué ocasiones.
Podías haber sacado de mi lo que hubieras querido:
tu amiga fiel,
tu confidente,
tu compañera de aventuras,
tu aprendiz,
tu discípula,
tu fiel reflejo…
algo a lo que yo estaba dispuesta
por tener una fe ciega en ti
y una devoción más que absoluta.
Qué clase de mierda de persona
tienes que ser
para que yo haya cambiado tanto contigo.
Enamorada de este relato
Me gustaMe gusta