Cerrando heridas



Todos los comienzos son duros
y quizá esto solo sea el inicio,
la prueba más certera
que se sincera ante el corazón
con las manos vacías
mostrando que no tiene nada nuevo
que enseñarnos.

La realidad muchas veces es más cruel
de lo que podríamos llegar a imaginarnos
y ojalá todo saliera rodado
y pudiésemos enfrentarnos a los problemas
a bocajarro y sin titubear,
pero eso solo es obra de unos pocos
que seguramente se habrán preparado mucho mejor
de lo que yo lo estoy ahora mismo.

Porque reconozco que no me siento del todo preparada
para lo que casi estoy a punto de hacer.
Por poner un símil,
es como si llevases a una mujer al paritorio
sin haberla enseñado a empujar.
Me siento justamente así,
siendo consciente que debo soltar
todo lo que llevo dentro
pero sin saber cómo hacerlo.

Eso me genera bastante desconcierto,
sensación de inexperiencia y en ciertos momentos
algo parecido a la ansiedad y miedo escénico.
Miedo a que llegue un momento en el que no sepa cómo responder,
en el que las emociones se apoderen de mi
y no pueda seguir relatando lo que llevo dentro,
o que resulte tan doloroso para mi
que me rompa en el proceso,
porque evidentemente es algo que contemplo como posible
y no quiero mostrar esa imagen
porque me está costando bastante esfuerzo y sacrificio
llegar a este momento de soltar por fin la cometa.

Pero creo que los procesos sentimentales en mi vida
son mucho más complejos que cualquier otro tipo de esfuerzo,
porque sé que puedo madrugar hasta el hartazgo,
que puedo persistir, resistir, insistir y jamás desistir
hasta conseguir algo que requiera esfuerzo y sacrificio,
pero las relaciones son mi asignatura pendiente
sin lugar a dudas.

Y me da miedo fallar,
equivocarme en las formas
y que me rechacen.
Ya lo dicen mis labios cuando bebo,
lo único que quiero es que me quieran
y sentirme parte de algo,
ser parte de la vida de alguien,
dejar huella.
Seguramente sea el deseo más primitivo del ser humano,
el hecho de dejar huella y ser recordado.

Pero resulta paradójico que yo esté de esta manera
por una persona que por naturaleza debería quererme
de la manera más pura que una persona debería querer a otra,
pero la realidad es que no ha sido así jamás
y es algo que arrastro allá a dónde voy,
año tras año
y ya van casi veintiocho.

Es un proceso,
no cabe duda que hay que pasarlo,
pero qué jodido es.

Porque resulta una lucha a cuerpo descubierto
de mi lado emocional
contra mi lado racional,
ya que una parte me dice que no puedo seguir de esta forma
luchando contra viento y marea literalmente
y la otra me dice que no puedo aliarme con el enemigo,
el que durante casi la mitad de mi vida,
ha sido mi rival más perenne.

Me he acobardado,
la verdad sea dicha,
no he soportado la presión
y ha sido demasiado para mi.
Me reté a mi misma pensando que sería capaz
y que, si por algún motivo no lo fuera,
podría superarlo echándole ovarios,
pero que va… ojalá.

Qué jodido es no saber controlar las emociones que se te desbocan,
qué duro es luchar contra uno mismo por el bienestar de uno mismo,
qué paradójicas las situaciones en las que tienes que anteponer
el bienestar emocional o el bienestar racional.

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