
La importancia de que te entiendan, te escuchen pero no te juzguen.
Porque todos nos abrimos de verdad cuando no nos sentimos juzgados, atacados, señalados, porque no somos el mono de feria de nadie. Finalmente si hemos llegado a un punto en el que necesitamos hablar y expresar cómo nos sentimos, lo que menos necesitamos es que haya personas que nos estén diciendo constantemente lo que hacemos mal, en lo que nos equivocamos, lo que siempre dejamos de hacer, lo que no hacemos bien… porque incluso eso puede hundirnos más, lo negativo, el reproche, la réplica fácil y juzgadora, porque nadie es juez de nadie, no somos nadie para serlo, puesto que todos nos equivocamos constantemente como para dar lecciones de vida.
Que nos entiendan es casi tan complicado como que no nos juzguen, porque hay personas que no habrán pasado por lo que nos acontece a nosotros y otras que, por el contrario, han hecho oídos sordos cuando les ha pasado y eso les postula en el lado opuesto, en el que se enfrentan a las personas que lo sufren o lo han sufrido alguna vez a lo largo de su vida, criticándoles, juzgándoles, señalándoles, haciéndoles daño directa o indirectamente.
Y que te escuchen no deja de cobrar importancia, porque por ahí se empieza la cura de todo esto, por ser escuchado, digas lo que digas, tenga sentido o no, porque evidentemente en el proceso también podemos equivocarnos, pero es muy importante ser escuchados, que expresemos todo lo que llevamos por dentro, porque solo así conseguiremos que los demás conozcan la magnitud de la dificultad que vivimos y así, logren poner solución y luz a este camino de oscuridad.
Esto lo he descubierto reflexionando sobre una conversación que he tenido con un amigo. Él es de esa clase de gente con la que te sientas y empiezas a pelarte capa a capa como una cebolla y, por mucho que ahondes, jamás te mirará con ojos de pena, de miedo, de lástima, de juez… porque siempre intenta ser apoyo, más abogado que juez, más mediador que pleitista, más objetivo que crítico, porque por muy amigo que sea siempre intenta que te pongas en el lugar de la otra persona e intentes pensar al menos por un segundo como debe sentirse estar al otro lado, con la ventaja de saber justamente como te sientes tú, que es algo de lo que la otra parte no puede presumir. Es de esas personas grandes que jamás son reconocidas como tal. Una persona que ha aprovechado sus debilidades y las ha ido convirtiendo poco a poco en sus fortalezas, pero que cada día trabaja para que sea así. Porque no es algo que venga dado y puedas echarte a dormir, si no que es algo que se construye ladrillo a ladrillo. Y siempre sabe cuando aparecer, de la manera en que debe hacerlo y cómo debe hablar.
Qué suerte tener a personas así en la vida, aunque no puedas darles ni la mitad de lo que ellos te aportan.