Cómo ilusionarse en mitad de tanto dolor,
de tanta pérdida personal, material, de valores…

Así se vive en mitad de una pandemia,
malviviendo
y contando los días para que esto acabe,
aunque cuando acabe
no vaya a ser como era antes de,
jamás.

Ese momento en el que sientes que nada te consuela,
que todo se desmorona
a medida que pasan los días
y que parece no tener fin.

Justo cuando pensabas que todo estaba un poco más estable,
un poco menos de dolor sentía tu corazón
después de mucho tiempo,
se han girado las tornas y ha pasado a ser algo más incierto,
algo más doloroso.

La certidumbre del corazón,
la confianza en que todo saldría bien
ahora se desvanece y se acaba como esa cerveza,
llegando al final de la botella.

Frustramos nuestras esperanzas en el fondo de una botella de vino gomero,
como si fuese a lo único a lo que actualmente se puede aspirar,
como si ya no quedase más a lo que aferrarse,
como si tu valor hubiese cambiado
de la noche a la mañana
y sin que nadie haya hecho nada por propiciarlo.

Hacer ejercicio sin que te de el sol,
despegar los ojos y leer libros,
madrugar sin trabajar,
comer sin saber cuándo podrás quemarlo,
ir de la cama al sofá y del sofá a la cocina,
sin saber muy bien porqué…
todo.

Y aún así seguir teniendo ilusión,
ganas y fuerza,
porque en algún momento te harán falta…
me río yo de los vídeos de motivación.

Quizá solo de esa manera
podamos cumplir los deseos de alguien que ya no está,
ojalá,
ya que no pudimos ni siquiera despedirnos.

Por cierto,
abuelo,
feliz cumpleaños.
Ya van seis años sin ti.
Te quiero.
Y no, eso aún no ha cambiado.