
La doble moral del siglo XXI:
intentamos llamar la atención de alguien a quien queremos
no respondiéndole a los mensajes o ignorándole,
pero le pagamos a otro alguien para que nos escuche
y nos diga lo que tenemos que hacer.
Cuando compartir la alegría está sobrevalorado,
cuando me encuentro a mi misma llorando cada noche antes de dormir
por no poder compartir mis logros y retos con las personas que quiero,
pero claro…
a veces damos por hecho que las personas que son importantes para nosotros
sienten justamente lo mismo en el sentido inverso…
cuando la ecuación no depende exactamente de eso.
Las lágrimas,
las preocupaciones,
las alegrías,
los abrazos,
las llamadas de media hora,
las ganas de verte,
los «te echo de menos»,
«te quiero»,
«estoy deseando verte»,
«quiero que llegue la hora, el viernes, el martes… el día que te veré de nuevo»…
y un sinfín de aspectos que están sobrevalorados hoy en día.
Por eso nos criamos en un ambiente tan desnaturalizado,
hostil,
vacío,
plano,
sin el afecto y las demostraciones de cariño que tanto necesitamos
y que nos diferencian de otros seres
por la necesidad que tenemos de los demás,
de afecto,
socialización,
compartir todo con otra u otras personas.
Otras personas a las que queremos
además de a nosotros mismos.
Pero disculpa, me olvidaba que eso en el siglo XXI en el que vivimos,
ya eso no se usa.