Esto no es una carta de amor, no esperes leer cosas bonitas.
Has dicho que te irás y eso solo me hace recordar lo que un enfermo anciano me dijo tendido en una cama una vez. Era un sueño y yo le abrazaba feliz porque me había dicho que este día llegaría.
Te irás y dejarás la puerta entreabierta, dando golpes como hace el viento y seguirás teniendo la oportunidad de entrar a hacer ruido, como siempre.
Cumplirás, sin saberlo, un anhelo que tengo desde hace años, que no es otro que tenerte lejos.
Quizá por las excusas que das, quizá por un cúmulo de sin sentidos en tu vida que te impiden seguir con tanta farsa.
Disculpa mis salidas de tono, mis ataques despectivos y mis rencores acumulados en la boca, pero jamás te podrás imaginar lo mucho que te detesto.
Solo intentaba darte un poco de lo que creía que merecías y la vida no te daba. Todo eso que me hacías sentir cuando estaba a tu lado: dolor.
Muchos pensarán que el rencor es malo, yo solo pienso que muchas veces te salva de situaciones y también de personas.
La violencia genera más violencia y el amor solo puede generar más amor.
No te deseo que seas feliz, porque durante mucho tiempo yo no he podido serlo por ti.
Quizá algún día suelte lastre y me produzcas una profunda sensación de indiferencia.
Seguramente ese día llegará.
Solo así podré superar todo el daño que me has causado.
El perdón para cerrar viejas heridas será mi aliado, pero eso no significa que vaya a quererte.
Solo espero que no vuelvas jamás.
Que tu marcha sea como una muerte prematura sin poder de resurrección.
Que al verte recoger tus cosas y partir rumbo a lo desconocido, ninguna parte de mi cuerpo sienta ni la más remota lástima o afecto por ti.
Sería mentirnos a todos.
No te echaré de menos ni de día ni de noche, ni en tu escaso diálogo ni en tus reproches. De hecho, jamás te he elegido y jamás lo haré.
Por desgracia me tocaste en la lotería de la vida, como cuando compras una caja sorpresa, te sale el regalo que menos te gusta y hubieras preferido que viniera vacía.
Siempre he creído que eres esa piedra en el camino que la vida me ha puesto para entrenar mi paciencia y hoy, por fin, tras mucho sufrir y lamentar mi desgracia de seguir a tu lado, celebro tu partida.
Espero, deseo y quiero que salgas por esa puerta para no entrar jamás.