No todos podemos ser grandes, es por ello que debemos intentar dar lo mejor de nosotros para, así, conseguir ser grandes de igual manera.

Quizá nadie llegue a saber nunca
lo que estás sintiendo ahora mismo,
ni siquiera lo que estás pensando
(a no ser que lo expreses con la exactitud que ni siquiera existe).

Tampoco nadie nunca te llegará a querer como tú le quieres,
su sentimiento con respecto a ti
siempre será mayor o menor,
pero jamás el mismo.

A pesar de todo esto
y que los demás jamás te conozcan como quizá te conozcas tú,
has de saber
que tú tampoco te conocerás al cien por cien.

Por mucho que alardees o te enaltezcas diciendo que te conoces bien,
que siempre sabes lo que te pasa o cómo calmarte,
es solo un vil espejismo
que tú mismo te empujas a creer a pies juntillas.

Lo cierto es que jamás te conocerás,
jamás sabrás como reaccionarás ante una pérdida
si no tienes la oportunidad o desgracia de vivir ese momento,
tampoco sabrás lo que se siente al contemplar un atardecer
en el más absoluto de los silencios
si solo te permites trabajar o esconderte tras una pantalla luminosa,
jamás sabrás lo que se siente al acabar de leer un libro
y saber que ese será tu preferido de por vida
y, por supuesto,
tampoco sabrás lo que se siente al abrazar a la persona que más amas
si no te das la oportunidad.

Puede parecer muy básico, primario e incluso absurdo,
pero los pequeños placeres de la vida
son los que nos arrebatamos con mayor facilidad
sin darnos cuenta que,
en cada uno de ellos,
se nos regalará la posibilidad de sonreír de una manera tan profunda
que jamás podamos llegar a expresarlo con palabras.

Si estamos en este mundo
consumiendo tiempo y vida,
debemos aprender a amar de verdad,
perdonar de verdad,
aceptarnos de verdad y a los demás
y dejar ir de verdad
lo que no nos hace tanto bien como pensamos.

No consumamos días,
VIVAMOS.