«Nunca te encuentro el color, te veo en mi sombra
Imaginarme la vida contigo, me pone mejor
Y eres el sol donde estoy y eres mi vida que viene pidiendo perdón
Quédate una vida más, contigo quiero esperar».
Fonseca.
Te quise incluso cuando nadie creía en el amor
y mucho menos en nosotros.
A ciegas, caminando a tientas por lo desconocido,
en ese momento incierto
que todo el mundo desconoce menos yo,
me enamoré de ti.
Mis sombras se amontonaron en una esquina de mi habitación,
se pusieron en pie de guerra y tuve que actuar.
Les hablé mirándoles a los ojos
y les dije que ya no existirían más.
Ya jamás volvería a tener tantas sombras,
tampoco tanto tiempo para tener miedo
porque ahora tendría que emplearlo
en lo bueno que la vida me deparaba.
Caminé hacia ti y,
a cada paso que daba,
la luz y el color iba surgiendo de mi.
Era pura combustión espontánea
rellenando los huecos que aún estaban vacíos.
De eso trata la vida,
de llegar al destino ya habiendo barrido todo lo malo
y continuar sin saber muy bien el final.

