Mejor déjame a mi

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Porque así es como yo soy feliz. 

Soy de esas personas que piensa que, aunque esté herida por dentro y con mil motivos para llorar, no tengo porqué sonreír si lo que quiero es llorar.

La sociedad ve mal a la gente que llora, que está lastimada, que se lamenta, que se tortura y, si nos ponemos a mirar, de una manera controlada, todo eso es necesario. Es decir, según la sociedad, si mi pareja me dejase hoy, mañana tengo que estar sonriendo y saliendo como si no hubiese pasado nada y rehacer mi vida, cuando lo único que se evita de esa manera es que aparezca el luto, alargando así lo inevitable y haciendo que la caída final sea aún más perjudicial.

Lo cierto es que, tanto si alguien me ha hecho daño como si ha fallecido un ser querido, tengo derecho a llorar, lamentarme, gritar y encerrarme en mi habitación hasta que mi luto, mi duelo, haya pasado. No tengo porqué salir a la calle, sonreír, emborracharme y besar al primero que pase porque eso no es superar nada, sino tapar agujeros. Por eso tengo criterio, por eso alejo de mi a la gente que me bombardea con mensajes tales como: «eso se supera», «no estés mal», «todos hemos pasado por ahí», «si yo pude, tu también» o el mítico: «eso se te pasa con una cerveza». Vamos a ver, señores, cada uno marca sus tiempos, sus «ahora sí» o «ahora no», porque nadie nos conocerá mejor que nosotros mismos.

Si el día siguiente de tener un golpe duro en tu vida, sales a tomar una cerveza o realizas cualquier otra acción para evitar el luto, déjame decirte que vas por mal camino porque, por ignorarlos, los problemas no dejan de serlo y los nudos emocionales no se borran con la parte de atrás de un lápiz.

Así es como yo soy feliz.
Si me quieres, déjame decidir.

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