Porque tus manos se confundan con las mías.
Un puñado de olas explotan en tus ojos,
te vuelves débil al dolor,
previsible ante los ojos de los demás
y susceptible ante cualquier reacción.
Ya nada puede apartar de tu memoria ese momento, esa voz, ese calor…
Por mucho que lo intentes, sabes que nada volverá a ser lo mismo sin su presencia, que ya jamás podrás volver a querer con la misma intensidad a otras personas porque ninguna volverá a ser como quien se fue de tu lado. Aún así luchas, insistes, devastada y hastiada repites de nuevo el mismo ritual sin percatarte de lo duro que será volver a tropezar y, sobre todo, volver a levantarse.
Puede que tu mente te juegue malas pasadas, que insista en volver a ese lugar, a sus brazos e incluso a su boca, pero jamás contemplará por sí solo la posibilidad de romperte por dentro por volver a repetir lo mismo. Sin darte cuenta, la situación te domina y la sombra de esa persona también, aunque ya ni siquiera esté al voltear la cabeza.
Pero no, ¡DESPIERTA!… lucha por ti, valórate y piensa que solo tenemos una vida. No la desperdicies porque hay momentos, todos, que jamás volverán.
El mundo se rendirá a tus pies y te sonreirá si le miras con los ojos contagiados de amor.