De principio a fin – Parte VI

Bañera

– A mi me pones lo mismo que a ella – le dijo a la camarera mientras me miraba con los ojos ardientes y su respectiva sonrisa que siempre le acompañaba – me fiaré de ti – añadió en un susurro antes de dirigirle la mirada a la camarera y proseguir – y un café solo, si es tan amable.
– Muy bien, muchas gracias – respondió la señora que me atendía siempre cuando acudía a desayunar los domingos o algún día que me pegaba alguna escapada.

Una vez se marchó, Diego me miró como si fuese una botella de agua en mitad del desierto. Parecía sediento e incapaz de focalizar su atención.

– No sabía que vinieras aquí a desayunar – me dijo aparentando naturalidad. Me recordaba a alguien…
– De hecho no es que suela venir todos los días, solo alguno que me pilla de paso al trabajo o que me entra el antojo de dulce, como hoy – añadí sonriendo y mantuve su mirada aguardando mientras la camarera nos servía.
– Parece que alguien durmió como un bebé anoche, estás preciosa esta mañana – mencionó aún cuando la señora no se había marchado de la mesa, que me miró guiñándome un ojo en signo de complicidad, por lo que me sonrojé.
– De hecho sí, dormí muy bien anoche – manifesté mientras me servía un poco de zumo en el vaso – ¿acaso tú no? – pregunté.
– En realidad no. Me costó bastante quedarme dormido anoche… – declaró tomando un sorbo de su café.
– ¿Y se puede saber el motivo? – interrogué nuevamente.
– Tú – respondió.

En ese momento me paralicé y abrí los ojos veinte metros. Levanté la mirada y le observé contemplándome, como si de una presa me tratase, comprobando mi reacción tras su única palabra.

– ¡¿Yo?! – logré articular.
– Termina de desayunar, no es lugar para explicártelo – expuso antes de terminarse su café y el dulce que era el mismo que el mío – por cierto, excelente el pastelito.

Acabé mi desayuno mientras él pagaba la cuenta y salimos del local. Caminamos sin rumbo pero juntos hasta llegar a un parque cercano a mi casa, mientras se podían contemplar a niños jugando en el césped y a familias reunidas en una bonita mañana de domingo.

– ¿Vives cerca? – le pregunté.
– En realidad no, mi hermana es la que vive por aquí y tenía pensado hacerle una visita ahora – respondió.
– ¡Ah! Pues menuda casualidad, somos vecinas –añadí.
– Podríamos vernos esta noche, si no tienes nada que hacer – manifestó.
– Lo cierto es que… – dije mientras me paraba en seco y le miré sonriente mientras proseguía– ya tengo plan para esta noche y tú no me has dicho porqué por mi culpa dormiste mal anoche
– Y ese plan, ¿es inamovible? – interrogó sonriente acercándose a mi muy lentamente.
– Por supuesto que lo es. Soy una chica seria, Diego – respondí ladeando la cabeza sonriendo sutilmente.
– Entonces tendrás que compensármelo de alguna manera, preciosa – me dijo acariciándome el dorso de mi mano bordeándolo
– Saldré contigo si de verdad te lo mereces, ¿no crees?
– ¿Y no lo merezco ya? – preguntó acercándose cada vez más.
– No me andaré con rodeos, Diego. Lo que menos me apetece es que esto se convierta en un tira y afloja sin saber a dónde vamos – le dije sin poder evitarlo y le miré directamente a los ojos – no te mentiré, jamás. Seamos lo que seamos, escojamos el camino que escojamos ambos, juntos o separados, seré de esa clase de personas que no vacilarán ante ti. Tanto tú como yo estamos cansados de patrañas, quiero que esto vaya en serio, que seamos sinceros y nos aislemos del mundo falso en el que vivimos – mencioné agitándome cada vez más.
– Ei ei Sara… – enunció preocupado.
– ¡No, Diego! – exclamé – escúchame. Si quieres continuar conociéndome, tienes que saberlo, sino no te obligo a continuar en este momento y en este parque, puedes marcharte.

En ese momento él continuaba perplejo mirándola como si no creyese lo que estaba escuchando, pues ni siquiera le salían palabras coherentes que poder pronunciar. No sabía qué era lo que había causado en ella, aunque tampoco sabía bien porqué estaba sintiendo unas ganas tremendas de abrazarla y fundirse en un profundo beso.

– Es más, Diego… ¡vete! – cercioré.
– Pero Sara… – manifestó.
– No, Diego… sería un error retenerte – dije agachando la cabeza y separándome lentamente de él hasta que me paró sosteniéndome entre sus brazos.
– Aunque no me retuvieses, no me iría, Sara – me dijo alzando mi cabeza desde la barbilla – acepto pero, a cambio, dame la oportunidad de continuar conociéndote.

Me sorprendí tanto que no pude evitar abrir los ojos como platos y sonreírle, algo que le entusiasmó bastante, quizá fue lo que le empujó a acercarse a mi oído para decirme algo así como:

– ¿Para qué jugar solo si podemos jugar los dos?

2 comentarios sobre “De principio a fin – Parte VI

  1. Uy uy. … como se pone!!! Jejejeje…se me ocurren algunos caminos por donde puede ir pero…. me dejare sorprender por lo que vaya a ocurrir… muy interesante.
    Un fuerte abrazo 😊

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