
Hoy te escribo a ti,
porque has decidido volver
después de haberte marchado para siempre,
(entendiendo que tus «para siempre»
ocurren en un lapso de tiempo muy diferente
al del resto de los mortales).
Esta vez has durado menos de una semana,
aunque para mi hayan pasado lustros
desde la última vez.
Me hace pensar en la responsabilidad afectiva
que deberíamos tener con las personas a las que queremos
pero también con las que nos quieren…
Tan necesaria e invisible en los tiempos que corren.
Quizá jamás debí darte el poder de adentrarte en mi
de la manera más profunda
y a contracorriente que existe.
Siento que te amo de una manera tan profunda,
que estoy empezando a aprender a dejarte ir.
Por este motivo una parte de mi se desgarra por dentro
cada vez que sé de ti
o pienso que puedo encontrarte,
pero todo cobra otra dimensión cuando te escucho
dirigirte a mi de la manera más íntima
que muestra la conexión tan profunda que tenemos,
esa que dentro de unos años recordaré a lo lejos
mientras te observo en la distancia física y emocional de nuestras vidas de para entonces.
Por eso hoy te escribo a ti
mientras le grito a los cuatro vientos
y a la vida,
por la rabia que me provoca
el que te hayas cruzado en mi camino
y la imposibilidad continua de seguir
sabiendo que ya no estarás a mi lado jamás.
Para que nos entendamos,
digamos que mi corazón no suena de la misma manera
cuando estoy cerca de ti a cuando estoy lejos…
pero sí se le asemeja más
cuando tengo la certeza de que voy a verte.
La forma tan impropia de mi
en la que me he enamorado de ti,
solo demuestra que no eres para mi
por mucho que intentes acercarte una y otra vez.