
Cuando te atrapa
de tal manera que no puedes respirar
si dejas de estar cerca de su persona,
cuando no lo esperabas
pero aparece de repente
dejándote sin más escapatoria
que poner barreras absurdas entre ambos,
cuando te lo niegas veinte veces
y veintiuna veces te demuestra que es en vano,
cuando no puedes evitar
sonreír estando en su presencia
(o tan solo notándola cerca),
cuando sentir su respiración cerca
es un aporte extra de oxígeno para tus pulmones,
cuando mirarle y sonreír empiezan a formar parte
de la misma mueca de manera involuntaria
y cambiarlo para que los demás no se den cuenta
empieza a resultar demasiado evidente,
como todo lo demás…
Cuando los demás se dan cuenta de la química
y tú empiezas a darte cuenta de la física,
cuando no puedes negar lo evidente,
ni al resto ni a ti mismo…
solo ahí te das cuenta que estás ante lo que temías:
un amor salvaje.