Ese es el problema, que dejas que te trate como quiera en el momento que quiera.
Sea en un lugar público con personas desconocidas alrededor,
en una cena familiar en casa
o en la misma cama,
te está humillando y tú
te estás dejando.
No sabes hasta dónde puede llegar su odio,
no tienes un barómetro que mida su amor,
pues lo primero es incontable
y lo segundo es tan ínfimo que no tiene unidad de medida posible.
Cada día te traiciona y eres consciente de ello,
cada hora que pasa te tortura con la idea de verte sola
y eso hace que te aferres más a él,
a todo lo que él encierra entre sus brazos,
tu cuerpo ya sin consciencia.
Te aleja de ellos,
de ellas,
de las personas que más te aman
y de las personas que más amas
(hasta este momento).
Te pone en su contra ante tus ojos,
ante la impasible audición de tus oídos ya sin tímpanos
y del latir de tu corazón,
el cual es cada día menos audible.
Y mientras, yo resido aquí,
a dos metros de tu cuerpo
y dos millones de kilómetros de tus ojos.
Estás lejos,
te veo marchar todos los días
sin saber cuándo regresarás
o si existiera esa posibilidad.
Todos mis esfuerzos han sido en balde,
nada ha merecido la pena
pues soy la única persona que te ha intentado hacer sombra,
la persona que te ha negado lo que tanto amas,
lo que tantos años te ha costado:
vivir en una mentira con una persona que no merece ni observar tu sombra al pasar
pero es a quien le das lo mejor de ti,
compartir cada momento de cada día con una persona que no merece ni una mirada
pero es a quien regalas tus mejores años y tus mejores sonrisas.
Solo quiero que sepas que estás regalando perlas a un cerdo
que lo único que sabe hacer con ellas es hundirlas en el lodo
y mientras, yo celebro
las veces en las que me miras.
No sabes cómo cuesta cada día estar sin ti.