Estar en la cama y girar la mitad del cuerpo buscando el tuyo,
pero no hallarlo…
Girar la vista por fin y continuar la tarea
con una pesadumbre en mi pecho y el alma cargada de emoción contenida,
pues sé que no estarás.
Tu trozo de cama se encuentra frío, sin alma, gélido…
Mientras en mi cabeza resuena eso de: «¿qué tiene él que no tenga yo?». Jamás lo dijiste, pero quizá algún día lo pensaste.
